Los viajes de verano son bienvenidos y muy esperados por todos, porque viajar, “aparte de liberar estrés, fortalece las relaciones con las personas con las que compartimos el viaje, mejorando también nuestra autoestima; aumenta la creatividad, al estar relacionada con la neuroplasticidad, la cual es potenciada por nuevos ambientes y experiencias; y además, los efectos positivos de viajar no solo se sienten durante o después del viaje, sino que la anticipación del viaje incrementa nuestro bienestar, volviéndonos más positivos respecto a nuestra salud y a la percepción de nuestra calidad de vida”, informa Andrés Córdoba, psicólogo de Blua de Sanitas.

Además, esta sensación de bienestar no se expresa únicamente durante el tiempo que dura el viaje, sino que permanece en el tiempo a través de recuerdos almacenados y de la suma de experiencias. De hecho, viajar aporta ventajas para todas las edades. Para las personas mayores, “los recuerdos generados y las emociones que de ellos se desprenden son beneficiosos para el estado emocional y cognitivo del mayor”, apunta David Curto, responsable de Gestión Asistencial de Sanitas Mayores.

Viajar no tiene ninguna contraindicación y está comprobado que previene la depresión. Un estudio de la Universidad de Calgary[2] ha puesto de manifiesto cómo las vacaciones son importantes para disminuir el nivel de estrés y reducir el riesgo de padecer depresión. Sin embargo, existe un tipo de ansiedad relacionada con los viajes y tiene lugar durante el periodo de anticipación. Algunas personas pueden sufrir lo que se conoce como “estrés vacacional”, un estado de tensión que se origina por los preparativos previos al viaje y la sensación de falta de tiempo para realizar todas las tareas planificadas. En estos casos, “es deseable planificar unas vacaciones realistas, evitando la sobrecarga de actividades o unas expectativas demasiado altas que luego lleven a la frustración y planificarlas con tiempo, para no tener que resolver detalles importantes durante el viaje”, recomienda Córdoba.